Siempre he admirado el verbo de A.E.B., he aquí uno de sus tantos poemas para compartir.
He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...
He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos brios
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías...
He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, !cuantas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!
Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño...
miércoles, 17 de febrero de 2010
jueves, 4 de febrero de 2010
Poemas al margen, 1
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Ayer me fui, tras un espejismo:
quería vivir, ¡quería vivir!
Quería ser libre, lejos de ti.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
No me trates como a uno de tus hijos:
todos tus dones, yo destruí.
Enterré tu don, lejos de mí.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Y tu abrazo se confunde con el mío:
has salido a mi encuentro, Tú primero,
y tu beso me cubre todo entero.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Delante de ti arrepentido:
ayer, ayer, sólo fui un bandido,
me tocó la comida de los cerdos.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Y que Tú me des de tu alimento,
como a un siervo, Señor, como a siervo.
De todo lo que hice me arrepiento.
Hoy he vuelto, Señor, hoy he vuelto.
Tanta bondad sé que no merezco,
no has dejado que hable, y en tu beso:
una lágrima tuya, siento… siento.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Y Tú me tratas como a hijo, lo agradezco,
quiero vivir, Señor, en cada gesto,
la paz que tú das al regreso.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Ayer me fui, tras un espejismo:
quería vivir, ¡quería vivir!
Quería ser libre, lejos de ti.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
No me trates como a uno de tus hijos:
todos tus dones, yo destruí.
Enterré tu don, lejos de mí.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Y tu abrazo se confunde con el mío:
has salido a mi encuentro, Tú primero,
y tu beso me cubre todo entero.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Delante de ti arrepentido:
ayer, ayer, sólo fui un bandido,
me tocó la comida de los cerdos.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Y que Tú me des de tu alimento,
como a un siervo, Señor, como a siervo.
De todo lo que hice me arrepiento.
Hoy he vuelto, Señor, hoy he vuelto.
Tanta bondad sé que no merezco,
no has dejado que hable, y en tu beso:
una lágrima tuya, siento… siento.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Y Tú me tratas como a hijo, lo agradezco,
quiero vivir, Señor, en cada gesto,
la paz que tú das al regreso.
Hoy he vuelto, Señor, quiero volver.
Mayo, 2008
miércoles, 27 de enero de 2010
Era negro, 5
¡Qué lindo se veía el padre Jaime!
Todo el pueblo fue al velorio… querían sabé como fue la muerte del padre Jaime… unos decían que le entró mandinga, el mismísimo diablo en persona… pero eso eran sólo cuentos… vainas de la gente que no saben como pasan las cosas
Yo me había encontrao’ con el padre Jaime unos días antes, siempre nos invitábamos unas cervezas, esa tarde me dijo, con su sonrisa picarona que tan bien le conocía, que sólo podía tomarse dos…
Me pareció, con to’ y sonrisa, mucho más triste que de costumbre. Se puso a hablar del día en que llegó… bonito, me dijo, por eso me quedé, yo iba en verdá pa’ Pueblo Nuevo, pero El Valle me atrapó…
Mientras hablaba, su mirada se ‘esperdigaba por detrás de la barra, como buscando un punto que se le había perdio’ hace tiempo… los ojos llorosos… ¡Coño!, pensé, este padre está medio jodio’.
Empecé a sacarle la conversa, como se dice, pa’ vé’ si aflojaba algo… Me regañaron, Toñito, me dijo, me formaron ese peo… Pero… ¿por qué, padre?… ¡Gua!, porque me puse a decir que Jesús era negro… ¿Y no es verdá eso, padre?… ¡Claro, Toñito!, Jesús es negro, como todos nosotros… ¿y entonces?… Lo que pasa es que en este mundo hay mucho cura catire, Toñito, con sus ojitos azules, y andan por allí diciendo zoquetadas, hablando de un Jesús catirito, ojos azules, con su sotana almidonada, ¡un Jesús too flaquito y raquítico, que de cualquier vaina se cae!… ¿Y así era Jesús, padre? ¡No vale, Toñito! Si Jesús lo que era es tremendo hombre, pelo-en-pecho, como dicen por allí, que trabajaba bastante y tenía la piel tostadita, porque por los laos de Jesús si que hace sol de verdá.
Y cuál Jesús es el mejor, padre… El nuestro, Toñito, el nuestro…
Luego me dijo que lo habían envainado, que alguien le había dicho al obispo que él dizque tenía una mujer por ahí… que si esto… que si aquello… Toñito, me dijo, tú me conoces, ¡coño!, la única mujer de mi vida es la Virgen. Yo creo que me quieren sacar de este pueblo… ¿Por qué, padre?… Porque vivo formándole su peo a Evaristo cada vez que lo veo. Lo que pasa es que él no quiere hacer nada por el pueblo… puro cogerse los riales nuestros.
Déjese de andar hablando por ahí de Evaristo, padre, mire que ése lo puede envainar bien envainado…
¿Qué más envainado quieres que esté, Toñito? Ese cabrón me dio por donde más me duele, si me sacan de aquí, me moriré.
Todo el pueblo fue al velorio… querían sabé como fue la muerte del padre Jaime… unos decían que le entró mandinga, el mismísimo diablo en persona… pero eso eran sólo cuentos… vainas de la gente que no saben como pasan las cosas
Yo me había encontrao’ con el padre Jaime unos días antes, siempre nos invitábamos unas cervezas, esa tarde me dijo, con su sonrisa picarona que tan bien le conocía, que sólo podía tomarse dos…
Me pareció, con to’ y sonrisa, mucho más triste que de costumbre. Se puso a hablar del día en que llegó… bonito, me dijo, por eso me quedé, yo iba en verdá pa’ Pueblo Nuevo, pero El Valle me atrapó…
Mientras hablaba, su mirada se ‘esperdigaba por detrás de la barra, como buscando un punto que se le había perdio’ hace tiempo… los ojos llorosos… ¡Coño!, pensé, este padre está medio jodio’.
Empecé a sacarle la conversa, como se dice, pa’ vé’ si aflojaba algo… Me regañaron, Toñito, me dijo, me formaron ese peo… Pero… ¿por qué, padre?… ¡Gua!, porque me puse a decir que Jesús era negro… ¿Y no es verdá eso, padre?… ¡Claro, Toñito!, Jesús es negro, como todos nosotros… ¿y entonces?… Lo que pasa es que en este mundo hay mucho cura catire, Toñito, con sus ojitos azules, y andan por allí diciendo zoquetadas, hablando de un Jesús catirito, ojos azules, con su sotana almidonada, ¡un Jesús too flaquito y raquítico, que de cualquier vaina se cae!… ¿Y así era Jesús, padre? ¡No vale, Toñito! Si Jesús lo que era es tremendo hombre, pelo-en-pecho, como dicen por allí, que trabajaba bastante y tenía la piel tostadita, porque por los laos de Jesús si que hace sol de verdá.
Y cuál Jesús es el mejor, padre… El nuestro, Toñito, el nuestro…
Luego me dijo que lo habían envainado, que alguien le había dicho al obispo que él dizque tenía una mujer por ahí… que si esto… que si aquello… Toñito, me dijo, tú me conoces, ¡coño!, la única mujer de mi vida es la Virgen. Yo creo que me quieren sacar de este pueblo… ¿Por qué, padre?… Porque vivo formándole su peo a Evaristo cada vez que lo veo. Lo que pasa es que él no quiere hacer nada por el pueblo… puro cogerse los riales nuestros.
Déjese de andar hablando por ahí de Evaristo, padre, mire que ése lo puede envainar bien envainado…
¿Qué más envainado quieres que esté, Toñito? Ese cabrón me dio por donde más me duele, si me sacan de aquí, me moriré.
Era negro, 4
No nos podíamos dejá quitá al padre Jaime. No lo pudimos velar en la Iglesia, porque el padre José se había llevao’ la llave y tó, y nos había dicho que eso era malo… y que no podíamos velarle.
Pero nosotros lo velamos en la casa… fue en casa de Maritza, la que siempre llevaba el ramo de flores a la Virgen…
*****
Sí, fue en casa de Camila, la de Patricio, donde el padre tocó la puerta por primera vez, aquella tarde que llegó al pueblo… pidió un vaso de agua y una silla para sentarse un rato a descansá… venía de lejos… e iba para más lejos… por allá, por los laos de Pueblo Nuevo, pero se quedó aquí, bautizando carricitos y diciendo la misa los domingos… primero las decía en el caney de Pedro Pineda, el mismo que había estao’ cuando el golpe al Catire y lo habían metio’ preso en el Castillo, una tapara e’ hierro en cada pierna.
Ese caney quedaba de lo más bonito, llenito e’ flores, toos los domingos, con su mesita en el centro y una cruz de Nuestro Señor de este tamaño.
Algunas veces, cuando acababa la misa, los hombres se ponían a jugar bolas, mientras las mujeres preparábamos un sancocho de gallina.
Pero nosotros lo velamos en la casa… fue en casa de Maritza, la que siempre llevaba el ramo de flores a la Virgen…
*****
Sí, fue en casa de Camila, la de Patricio, donde el padre tocó la puerta por primera vez, aquella tarde que llegó al pueblo… pidió un vaso de agua y una silla para sentarse un rato a descansá… venía de lejos… e iba para más lejos… por allá, por los laos de Pueblo Nuevo, pero se quedó aquí, bautizando carricitos y diciendo la misa los domingos… primero las decía en el caney de Pedro Pineda, el mismo que había estao’ cuando el golpe al Catire y lo habían metio’ preso en el Castillo, una tapara e’ hierro en cada pierna.
Ese caney quedaba de lo más bonito, llenito e’ flores, toos los domingos, con su mesita en el centro y una cruz de Nuestro Señor de este tamaño.
Algunas veces, cuando acababa la misa, los hombres se ponían a jugar bolas, mientras las mujeres preparábamos un sancocho de gallina.
Era negro, 3
Josefina Colmenares tenía como media hora hablando con Paulina Coromoto… nosotros escuchábamos desde más allá, atentos a la rochela, porque por ahí andaba Laurita, la menor de los Peñalozas y la más bonita de todas… era el velorio del padre Jaime, y estábamos afuera e’ la casa, tomando un poco de esa agua bendita que mentan canelita, para el frío, ¿sabe usté? Eso es recomdao’ mucho por los dotores de por aquí. Ya el viejito Eustaquio se había bebio’ como dos bombonas, y estaba tirao’ junto a la acera. Adentro de la casa, el muerto estaba rodeao’ de un poco e’ viejitas que ya llevaban como quince rosarios seguiditos, sin para’ pué. El padre José no nos permitió velar al padre Jaime en la iglesia, nos dijo que eso no estaba permitío’, que si el padre Jaime había pecao’, que si ya no era padre, que si se había condenao’… quería él enterrá al muerto… sin velorio y sin ná.
*****
El día que murió el finao’ padre Jaime, el cielo se veía rojitico… asina, como si estuviera sangrando… no se veía ni un punto blanco o azul por to’ eso… sólo rojo… y ese frío… como para aguarle el guarapo a cualquiera… fue entonces cuando el padre José nos dijo que quería enterrá al padre Jaime, sin velorio y sin ná. Nosotros dizque por qué y él dizque porque sí… total que la gente quería velá primero al padre Jaime, pa’ despué enterrarlo, pero el padre José estaba ostinao’ con que no lo podíamos velá, por eso es que casi matan al padre José… naiden sabe quién lanzó la primera piedra, pero la gente empezó a lanzá sus piedras contra el padre José… fue entonces cuando llegó el gobierno, nunca había visto tanto soldao’ junto, con sus machetes y sus escopetas… vinieron a rescatá al padre José, y se lo llevaron… desde ese día no hay misa en El Valle… ningún padre quiso venir más.
*****
El día que murió el finao’ padre Jaime, el cielo se veía rojitico… asina, como si estuviera sangrando… no se veía ni un punto blanco o azul por to’ eso… sólo rojo… y ese frío… como para aguarle el guarapo a cualquiera… fue entonces cuando el padre José nos dijo que quería enterrá al padre Jaime, sin velorio y sin ná. Nosotros dizque por qué y él dizque porque sí… total que la gente quería velá primero al padre Jaime, pa’ despué enterrarlo, pero el padre José estaba ostinao’ con que no lo podíamos velá, por eso es que casi matan al padre José… naiden sabe quién lanzó la primera piedra, pero la gente empezó a lanzá sus piedras contra el padre José… fue entonces cuando llegó el gobierno, nunca había visto tanto soldao’ junto, con sus machetes y sus escopetas… vinieron a rescatá al padre José, y se lo llevaron… desde ese día no hay misa en El Valle… ningún padre quiso venir más.
Era negro, 2
El Valle era un caserío de cinco casitas, una por aquí, una por acá, una más allá, cuando el padre Jaime llegó… creo que fue en el 85. No había ni iglesia, ni escuelita… apenas estaba el patio e’ bolas de mi compae’ José Antonio, pa’llá íbamos toos a hablar por las tardes… allí se sentaba Venancio a contá sus cuentos, los mismitos que antes contaba el finao’ Tacoa debajo de la mata e’ mango, aquella que se ve por allá…
El padre Jaime, que por lo cansao’ tenía pinta de vení de lejos, fue a la primera casa que encontró… ¿la de Camila, la de Patricio?
Umjú, comae’, de ella misma…
El padre Jaime, que por lo cansao’ tenía pinta de vení de lejos, fue a la primera casa que encontró… ¿la de Camila, la de Patricio?
Umjú, comae’, de ella misma…
Era negro, 1
El padre Jaime estaba colgado de la viga principal de la casa cural. El mecate alrededor de su cuello denunciaba su última crisis. Su última decisión. Ya estaba muerto, y bien muerto, según los testigos. Era sólo un cuerpo atado a una viga. Un péndulo sin vida.
Todos los que entramos a la casa, retrocedimos asustados. La impresión de la muerte se apoderó de nosotros. ¿El padre Jaime ahorcado? La muerte galopando por todo “El Valle”. ¡Fin de mundo! El cura ahorcado… ¿quién lo diría? ¡Quién lo diría!
Todos los que entramos a la casa, retrocedimos asustados. La impresión de la muerte se apoderó de nosotros. ¿El padre Jaime ahorcado? La muerte galopando por todo “El Valle”. ¡Fin de mundo! El cura ahorcado… ¿quién lo diría? ¡Quién lo diría!
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